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El Centro Vacacional Mar Brillante (FF/F, el torso y los dedos de los pies)

cosquiheyooo

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Jan 24, 2022
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Este capítulo contiene:
  • tortura por cosquillas muy intensa (FF/F), principalmente del
    torso y de los dedos de los pies
  • bondage extremo (sobre un dispositivo de diseño propio)
  • unas cuantas pistas de lo que está por venir
  • excelentes recomendaciones de música (realmente recomiendo que
    las escuches con este capítulo aunque no las escuches con otros)

Esté capítulo no contiene a ningunos personajes con menos de 18 años, ni
ningún otro capítulo.

Capítulo anterior: Cap. 2 ¿Algo de Beber?

El Centro Vacacional Mar Brillante
Capítulo 3: El Pecado Verdadero


El ascensor que las llevan a las tres mujeres
llega al piso más bajo, S3.
Salen en un gran pasillo, casi un túnel,
suficientemente espacioso para permitir
que varios pequeños grupos de personas
se pasen el uno al otro sin problemas.
Por las paredes del pasillo,
hay puertas dobles espaciadas cada 20 metros.
Sería una tarea bastante imponente
encontrar el ala correcta
si no fuera por Lorena
—el nombre de la diva, se enteró Isabel
mientras que esperaban a la recepción antes.
Solo tuvo que echar un breve vistazo
al número de la suite (K1220) escrito en el sobre
que lleva las tarjetas de acceso
para saber exactamente cuál ascensor que tomar
y exactamente cuáles puertas necesitan.

Isabel nota durante el paseo
lo tranquilo que se siente aquí abajo.
Si bien existen todavía la energía y los sonidos
de la excitación y la travesura,
no se pueden comparar con el rugido
del piso principal.
Las luces son normales,
y las paredes de piedra lisa pintada
hacen que el aire se sienta fresco
y el espacio conectado a tierra.
A Isabel le parece un buen lugar para aclarar la mente
por el camino de una locura a otra.

Al otro lado de las puertas del ala K,
un pasillo mucho más pequeño bifurca del primero.
Las puertas de unas cincuenta suites
se extienden hasta el fondo del pasillo,
donde gira a la derecha.
Atrás del giro, las tres mujeres llegan a la suite K1220.
Isabel pone el sobre que lleva las tarjetas de acceso
contra un pequeño panel negro incrustada en la puerta,
y con dos clics satisfactorios,
se desactiva la cerradura.

<música:
‘El
Bandido’ de Nicolas Jaar
>

Al entrar, Isabel toma un momento
para orientarse al espacio.
El salón principal es bastante amplio,
casi del tamaño de un apartamento en sí.
Ya están encendidas varias lámparas
a cada lado de un sofá y dos sillones
y unas luces colgantes
sobre la barra de la cocina abierta,
iluminando las paredes de morado cálido.
Hay acuarios iluminados por luces de azul eléctrico
en lugares donde habrían ventanas normalmente.
Después de notar distraídamente su equipaje,
movido a la suite según el prometo del personal,
le llaman la atención muchos anillos circulares de metal
fijados a los muebles, al suelo y a las paredes en varios puntos.

«Bien, miremos lo que tenemos para trabajar»
dice Lorena y pasa al lado de Isabel,
marchando hacia el lado más alejado de la sala.

La mirada de Isabel la sigue a Lorena
mientras marcha hacia el lado más alejado de la sala,
pero luego le distrae a Isabel un mueble
al centro del área común.
Primero le parece una mesa de centro
de estilo muy moderno, con varios niveles,
pero al examinarlo más, ve que no es así.
Su próxima sospecha es que sea una estatua abstracto,
pero al notar cuatro correas pesadas,
se atreve a creer que esto podría ser
una especie de dispositivo de sujeción elegante.
El cuerpo de la cosa es hecha de plata
y tiene la forma de la espalda curvada de un caballo.
Las correas que vio Isabel están colocadas
sobre secciones planas y niveladas
que se extienden por delante y por atrás del cuerpo.
Detrás de las correas al sección delantera
hay dos asas que las víctimas pueden agarrar.
Unos centímetros encima de la sección trasera
hay un par de cepos orientados hacia arriba
y un par de abrazaderas para los pies y los dedos
iguales a las fijadas al bar antes.

Isabel se acerca a la cosa lentamente con asombro.

Mientras tanto, Rita entra en la sala
tomando grandes tragos de una botella
que sostiene al revés.
Coloca una mochila que lleva sobre un hombro
contra la pared al lado de la puerta.
Todavía lleva nada más de su cazadora
y su ropa interior.
«¿Adónde vamos pues?» le pregunta al dúo.

«Ya lo sabes bien» responde Lorena desde el fondo de la sala,
mirando por la entrada a otra sala. «A la maz—»

«¿Qué … es … esto?» interrumpe Isabel dramáticamente,
habiendo llegado al aparato.

«¿Eso?» responde Lorena, sorprendida.
Mira pensativamente por la puerta otra vez
y luego ríe amablemente y la cierre.
«La Aleta de Tiburón. Un diseño que no falla nunca.
No ofrece muchas opciones, pero las que sí ofrece
son deliciosas.»
Se acerca a Isabel y el aparato
y coloca una mano sobre el metal.

«¿Cuáles son las opciones?» pregunta Isabel,
cautivada por el destello de esta aberración de plata.

«Boca arriba o boca abajo».

«¿Siento que las Señoras requieren una demostración?»
pregunta Rita alegremente,
inclinándose sobre el respaldo de uno de los sillones
con los brazos cruzados.

«Es cosa tuya» Lorena le dice a Isabel.

«Claro. Sí necesito una demostración.
Y estoy bien cansada de que esta hadita ande libre».

«Pues, en primer lugar … miau» responde Rita.
«A mí también me canso de eso.
¿Puedo hacer una petición?»

«Por tu bien, espero que sea “boca abajo”» manda Isabel.

Rita ya empezaba a sonrojarse antes.
Ahora suelta una risita, ladea la cabeza,
se muerde el labio y la mira a Isabel
con ojos indudablemente seductores.
«De acuerdo» arrulla en respuesta.

Isabel siente un magnetismo curioso
en la mirada de Rita.
Siente que las estrellas y el cosmos mismo
están rugiendo detrás de sus ojos, diciéndole
«Esta mujer es tuya. Tómala».

«Pero no, es algo más» sigue Rita.
«Tengo una lista de reproducción, en mi celular.
Me gusta escucharla mientras me joden.
¿Me lo permites?»

«¿Una lista de reproducción? Hm, no sé.
Depende mucho, lo supongo» responde Isabel.
La verdad, es una linda idea,
pero ella no quiere estar atrapada
con alguna lista de mierda por toda la noche.
La mira a Lorena.
Sus gafas de sol todavía ocultan sus ojos,
pero ha levantado sus cejas.

Rita levanta una sola ceja,
un poquito molesta por sus dudas,
y busca rápidamente la lista en su celular.
Escuchan unos segundos de la primera canción.

<música:
‘blood
to gold’ de slenderbodies
>

«Sip, de acuerdo» dice Lorena decididamente.

«Bien, puede quedar. Ahora vente aquí, nena» manda Isabel.

«Con gusto, Señora» canta Rita.

*** *** ***

Isabel termina de esposar las manos de Rita.
Sus brazos están estirados firmemente adelante,
y la piel desnuda de sus pechos y su barriga
está apretujada con fuerza contra el metal gélido
de la «aleta» curvada del «tiburón».
Ya habiendo terminado de meter con cuidado
los pies en las abrazaderas,
Lorena toquetea unos controles en la pared
y reduce las luces a un azul tenue.
Isabel roza delicadamente el brazo izquierdo de Rita
con sus uñas, y luego su hombro y clavícula.
No queda nada que preparar.
Toma un respiro lento y profundo
y posa los dedos de una mano bajo la axila de Rita,
apenas tocándola.
Rita empieza a respirar más rápido y sonríe astutamente.
Se gira la cabeza lo más que puede para mirar a Isabel,
pero solo logra ver hasta sus pechos imponentes.
Espera ansiosamente que Isabel diga algo mandante
para comenzar las festividades.

De repente, Lorena aparece detrás de ella.
«Ya es hora de cantar, nena».
Rita chilla de sorpresa menos de un segundo después
una vez que Lorena empieza a trabajar furiosamente
en la base de su columna vertebral
con las puntas vellosas de los dedos de sus guantes.

«¿Qué—? ¡¿Qué carajo?!» Rita parlotea con pánico en su voz
mientras las primeras risitas de una sarta creciente
de risa incontrolable le escapan.
«¡¿Qué tipo de persona va directo a la espalda?!»
ruega saber con horror.

«Los profesionales» responde Lorena descaradamente.
Sus dedos se mueven al unísono,
rápidamente abriendo y cerrando, abriendo y cerrando.
Trazan hermosos garabatos desde su columna
hasta sus huesos de cadera.

«Aquí vamos pues» dice Isabel con serenidad.
Comienza con sus dedos bajo su axila
y utiliza los dedos de su otra mano
para empezar a rascar su nuca.

«¡Nononono!» chilla Rita
antes de verdaderamente perderse por completo
en la risa desesperada.
Cada sonido que emite utiliza
toda la fortaleza de sus pulmones.
Es incapaz de escapar sus ataques ni un poquito
—si bien puede moverse la cabeza un poco,
las uñas como cuchillos de Isabel
pasan a sus clavículas y sus orejas
hasta que Rita revele su nuca de nuevo,
y ni si quiera puede arcarse la espalda en absoluta
porque sus piernas están bien plegadas a las rodillas
y no puede resistir la tensión ni un centímetro.
No le satisface a ninguna de las atormentadoras
quedarse en un solo lugar.
Rita no puede acostumbrase a ninguna sensación
por más de tres o cuatro segundos
antes de que los ataques hayan cambiado totalmente.
Con sus axilas tan expuestas y inmóviles,
Isabel no tiene ningún problema en alcanzar la izquierda
sin tener que caminar al otro lado de su cuerpo.
Rita lucha desesperadamente contra las esposas
pero solo logra menear inútilmente los hombros un poquito.
Las uñas de Isabel conjuran ruedas diabólicas
que se arremolinan desde sus axilas hasta sus caderas
una y otra y otra vez.

«¡Mierda!» grita Rita en un momento de consciencia fugaz.
«Para—para—para—¡PARA!» jadea con ojos tristes.

«Qué lindura, ¿eh?» Isabel le pregunta a Lorena

«Sisisiiiii» arrulla Lorena.
Los ojos de ambas atormentadores están muy dilatadas.

«Todos sabemos que esa palabra no significa nada aquí abajo, nena»
dice Isabel. «Lo único que logras con eso es halagarnos».

Los dedos de Lorena pasan muy astutamente
al resquicio entre sus muslos y lo invaden
como raíces irrumpiendo en tierra.
Rita siente un calor hipnótica en las sienes,
solo vagamente consciente de que sigue
riendo a pleno pulmón y revolviéndose como una loca
sin final a la vista.
«¡¿Qué son ... esos guantes?!» logra preguntar entre dientes.
Contra la piel sensible de sus muslos,
ya está muy claro que no son simplemente vellosos.
Entre los miles y miles de hormigueos por el vello
está ocultada una sensación picante
concentrada totalmente en un solo punto,
tan pequeñísimo como la punta de una aguja.
Le parece que esta fuerza, sea lo que sea,
ignora totalmente la superficie de su piel
y coquetea con sus nervios mismos.

«¿Estos? Son un bien absoluto—y también un secreto comercial» responde
Lorena.

«¡Quítamelos! Ay dios mío, ¡¡por favoooor quítamelos!!»
suplica Rita.
La gana de luchar contra la tortura
rebota por todo su cuerpo
hasta que no le quede más remedio que
bajarse la cabeza y rendirse a la oleada más nueva
de risa y chillidos frenéticos.

«¿Quítatelos?» repite Lorena sarcásticamente.
Por unos momentos, no cambia nada en absoluto.
Luego algo se le ocurre, y levanta la vista.
«Bien mija, de acuerdo. Es hora de algo más».
Le mira a Isabel.
«Cariño, ¿puedes mantenerla ocupada unos momentos?»

«Me imagino que puedo manejarlo» dice Isabel,
apartando los ojos de Rita apenas un segundo.
Mientras Lorena camina hacia su bolsa de equipo,
Isabel se sube al aparato y la monta a Rita.
Se inclinahasta que el peso completo de su torso
presione hacia abajo contra la espalda desnuda de Rita.
Desliza sus manos por sus costados
y las inserta entre Rita y el metal de la aleta
con las puntas de sus uñas descansando precisamente
a la frontera entre sus costillas y sus pechos.

<música:
‘Dissolved
Girl’ de Massive Attack
>

«¿Qué—? No, nonono … ¿¿Qué haces??» Rita suplica saber.

«Mi … preciosa … hadita» gruñe Isabel en la oreja derecha de Rita,
ignorando totalmente su pregunta.
«Mi … delicada … hadita».
Con esto, sus uñas empiezan a rascar
y desgarrar el universo de Rita.
Rita explota en otra ataque más de chillidos salvajes,
a veces casi sollozos.
Por primera vez, se retuerce y se revuelve
con todas sus fuerzas.
Las uñas feroces de Isabel
siguen las curvas de sus pechos
y se arrastran cada vez más cerca de sus pezones.
Rita siente que masivas rayas irregulares de luz blanca
cortan violentamente la realidad misma,
atravesando el techo, las paredes,
su piel y su cerebro,
y de sus heridas sangra una especie de
plasma dorado ingrávido que se aleja
flotando de ella,
llevando todo lo que no es
cosquillas eléctricas o locura apasionada
fuera de su cuerpo.

Por esta incapacidad mental,
como una novata, Rita no se da cuenta de que
Lorena ha regresado y está instalando
unos pequeños dispositivos entre los dedos de sus pies.
Pero después de la instalación del séptimo dispositivo,
su memoria muscular la despierta de golpe.
«No—¡NO! ¡ESPERA!» grita con la voz temblando
y los ojos muy abiertos.

«¿Espera qué?» pregunta Lorena
mientras instala el último dispositivo.
Un material blando como el de una bola antiestrés
llena los vacíos entre las bases de sus dedos.
Una gran cantidad de pequeñísimos filamentos
de unos dos centímetros con puntas redondas
sobresalen del cuerpo blando del dispositivo,
agrupados densamente, haciendo contacto con
cientos de puntos en todas las partes de los dedos,
incluyendo las partes superiores,
además de una región de cada planta
que se extiende dos centímetros bajo los dedos
y una correspondiente en la parte superior del pie.

«¡Esto está jodido!» queja Rita.
«Serás uno de esos bichos—¡AYYY! ¡JAJAAAA CARAJO!
—esos—bichos raros de tiempo completo, ¡¿no?!
» acusa.

Esto le llama la atención de Isabel
y la despierta de su trance depredador un poquito.

A Lorena también le llama la atención.
Levanta la vista bruscamente de una tableta
con una caja a medida de verde esmeralda
con las palabras «Estás Jodido» en cursiva.
«Cuidado, mija» la advierte amenazadoramente
y pulsa enfáticamente un botón en la pantalla.
Al unísono, todos los dispositivos comienzan a
vibrar y zumbar con fuerza impresionante.
Los filamentos vibran tan rápidamente
que todos ya se desdibujan,
indistinguible el uno del otro.
Dado que sus dedos están totalmente inmóviles
por el alambre fino de las abrazaderas,
cada filamento tiene pleno éxito
en atacar su minúsculo objetivo.
La risa cesa por completo. Ya solo hay chillidos,
interrumpidos por jadeo y gruñidos ocasionales.
Lorena sonríe con satisfacción.

Isabel está tan fascinada que abandona su trabajo
por unos diez segundos para mirar la escena fijamente.
Luego sus instintos vuelven a tomar control de ella,
y desciende sobre Rita de nuevo.
Ninguna parte de su torso está segura.
Con sus grandes manos,
pellizca gruesos puñados de carne
de arriba a abajo por sus costados.
Desliza las manos entre Rita y el metal otra vez
y aterroriza sus clavículas, el cuello y la parte inferior
de su barbilla desde abajo de ella.
Agotada y bien destrozada,
Rita simplemente quiere rendirse y permitir
que la tortura fluya por su cuerpo sin luchar,
pero esta excitación alrededor de su cuello
la llena de pánico compulsivo y constante
por cada maldito momento.
Isabel se pone cómoda aquí por mucho tiempo,
dejando el área de vez en cuando
para pasar a sus axilas y pellizcar sus pezones.

«¿Qué te parece, cariño? ¿Aún extrañas mis guantes?»
pregunta Lorena mientras se sienta
con su espalda contra las caderas de Isabel,
mirando hacia las partes inferiores
de las rodillas de Rita.

«¡Por favor! … ¡Por favor, no más por favor!»
Rita intenta rogar, pero el abuso le ha reducido la voz
a apenas un susurro entre chillidos.
«¡Ni siquier—¡¡AY MIERDA!! ¡No! ¡NO! ¡¡NI PUEDO RECORDAR MI
NOMBRE CARAJO!! ¡JAJAAAAA! ¡PIEDAD POR DIOS!
»
Mientras hablaba Rita, Lorena volvió a trabajar
con sus guantes de secreto comercial
bajo las rodillas de Rita.

«¿Piedad?» pregunta Isabel con incredulidad.

«Mija, no sé cómo decirlo — ¡solo son las 21:30 cariño!
Relájate, ponte cómoda. No puedes apurar
el pecado verdadero».

*** *** ***

<música:
‘Waiting
For’ de ayokay y slenderbodies
>

Suena una alarma en el celular de Rita
demasiado temprano en la mañana.
Lo agarra soñolientamente del suelo
al lado de la cama y la desactiva.
Parpadea unas veces antes de bajar la vista
y darse cuenta de que Lorena se durmió
con la cara acurrucada contra su muslo,
centímetros de su vagina,
todavía calentándola con su aliento.
«Ay mami ...» se susurra a sí misma
con mariposas en el estómago por el recuerdo.
Al mirar a Isabel,
ve que está durmiendo de lado
con sus gigantescos pies a poca distancia
por encima de su cabeza,
bien embadurnados de su maquillaje.
«Necesito salir ya, que no haga algo
que haga que me despidan» murmura.
Intenta levantarse y recoger sus cosas
sin hacer ruido, pasando por el lado de
la Aleta de Tiburón y todos los juguetes
que se dejaron esparcidos a su alrededor.
«Jesús» murmura mientras vuelven los recuerdos.

«Fue todo un placer, cariño»
Lorena le llama soñolientamente.
«Te volveré a cazar alguna vez».

«No si yo lo hago primero» llama Isabel.

«No veo la hora» responde Rita soñadoramente,
sabiendo bien que las dos quieren decir
dos cosas totalmente diferentes.
«Gracias por desflorarme y todo eso»
dice con un gesto de la mano.

«¡Cuándo quieras!» llama Lorena
mientras Rita cierra la puerta detrás de ella.

Disfruta de una especie de paseo mágico
que solo puede seguir una noche llena de putería.
Lleva audífonos sobre las orejas
y pisa con un ritmo alegre y natural
por el pasillo al ascensor.
Sale en el piso S2 y cruza una sala desprovista de gente
tan grande como un estadio,
a veces rompiendo a bailar con los ojos cerrados
por el silencio y la inmensidad y la luz tenue.
Al otro lado de la enorme sala,
se inclina para tocar el escáner RFID con su etiqueta.
Se abren las puertas a otro ascensor,
y selecciona el piso S4.

En el control de seguridad del piso S4,
solo hay dos guardias bastante relajados.
«Buenos días. ¿Tuviste una buena noche entonces?»
pregunta uno de los guardias como lo haría con un amigo.

Rita coloca su mochila, sus dispositivos y su cazadora
(todavía lo único que lleva además de su ropa interior)
sobre una cinta transportadora
y atraviesa uno de los cuatro detectores de metales.
«Como siempre» responde con satisfacción.

Unos segundos después,
sus cosas llegan al otro lado de la cinta.
«Estás bien» le dice la guardia.

«Gracias. Que lo pasen bien, muchachos» dice Rita
antes de reclamar sus cosas
y entrar en la estación de tren.

La aguarda un pequeño tren vacío con las puertas abiertas.
Elige un asiento de ventanilla al lado más lejano
y volver a ponerse sus audífonos.
En poco tiempo, las puertas se cierran
y el tren empieza a moverse.
Rita se apoya los pies en el asiento opuesto
y la cabeza contra la ventanilla, contemplando
los colores vibrantes del perfil de su querida ciudad
mientras el tren comienza su descenso en espiral
por las paredes de la vieja cantera.

BIENVENIDOS AL CENTRO VACACIONAL MAR BRILLANTE

(pasan los créditos iniciales)

*** *** ***

¡Continuará!
Siguiente capítulo: se lanzará pronto

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4/15/2024
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