Primera parte aca
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Al día siguiente, la atmósfera en la bodega se había espesado hasta convertirse en una sopa de miedo, vergüenza y resentimiento, saturada por el penetrante olor a metal y la esencia residual del polvo irritante. La primera fase de la venganza había desmantelado la fachada de Dolores y agrietado la lealtad de Vanessa, pero Franco sabía que la confesión total—la catarsis que justificaba dos años de planificación—aún no había sido arrancada. La sinfonía de la risa histérica y los jadeos nerviosos de Dolores tejían un telón de fondo de terror psicológico para Vanessa, que su ex, el arquitecto del sadismo, disfrutaba con una precisión quirúrgica.
Franco se encontraba ante Vanessa y su rostro imperturbable. Ella permanecía igual que ayer, inmovilizada físicamente de la misma forma y por el peso de la culpa y la revelación de la traición de su madre. La máquina de rodillos que el día anterior había dejado los pies de Dolores en un estado de hipersensibilidad exacerbada es una condición que Franco se disponía a explotar con una técnica aún más cruel, diseñada para trascender el dolor y apuntar directamente a la mente.
El castigo de Dolores ahora será el motor del quiebre emocional de Vanessa.
Franco: — El polvo de picazón hizo su trabajo, Vanessa, ¿lo sientes? Tu madre lo va a sentir en un recordatorio constante de su fracaso, de su empeño en destruirnos… ¿Aún dudas de su culpabilidad total? Ella no solo me dejó a mi suerte, Vanessa. Ella les dio a mis captores el plano de mi fragilidad.
Vanessa: — ¡No, Franco! ¡Por favor no, detente! Mi madre me dijo que… que tu perversión no era saludable, que eras poca cosa para mi. ¡NO CREO QUE SEA UNA TRAIDORA! Ella me ama, me protegió de….
Franco se rió, con un sonido seco y sin humor por las mentiras que acababa de escuchar. Se acercó a la mesa y tomó un pequeño recipiente con sal fina y azúcar glacé, una mezcla granulada y abrasiva.
Franco: — Hablas de perversión, Vanessa, pero olvidas que tu propia sensibilidad latente es lo que nos unió. ¿O crees que tu risa descontrolada de ayer fue solo miedo? Fue excitación, la misma que me demostraste en cada beso que le di a tus pies, a tus piernas, a tus tetas, a tu boca… Pero ahora, tus pies van a poner a prueba la lealtad que aún te ciega.
Roció la mezcla de sal y azúcar sobre la planta del pie derecho de Vanessa. El material granulado, contrastando con la suavidad de sus pies y la picazón residual de ayer, intensificó la sensibilidad. Luego, tomó un pequeño peine de púas de hueso afiladas, no para rascar, sino para trazar lentamente los patrones circulares sobre el talón y el arco, como si estuviera mapeando la topografía de su tormento. Al no estar atados sus dedos, el movimiento del pie hacia los costados hizo peor el tormento.
Vanessa: — ¡¡AAAAJAJAJAJAAAAAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡NOOO, QUEMAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡RASPA! ¡¡ME ARDEJEJEJAJAJAJAJAJAJA, POR FAJAJAJAJAVOR! ¡¡QUÍTALO!! ¡¡NO PUEDO AGUAJAJAJAJAJAJAJA AGUANTAJAJAJAJAJAJAJAR!!
La tortura se dirigía no solo a su piel, sino a su concentración, forzándola a reír y a sentir la agonía de la hipersensibilidad táctil. Ella se retorció pero no encontró mucha movilidad ya que sus brazos estaban atados por encima de la cabeza en esos grilletes bien acolchados pero infranqueables que impedía cualquier intento de cubrirse. La risa de Vanessa era más frenética, un sonido de pura histeria avergonzada, exponiendo el miedo profundo a la pérdida de control.
Mientras Vanessa se convulsionaba, Franco nota que Dolores se despierta y mira a los costados y hacia arriba asustada, pero recordando donde estaba…
Dolores: — ¡Franco, detente! ¡A ella no! ¡ELLA ES INOCENTE! ¡Lo que pasó fue mi culpa! ¡DIJE QUE FUE MI CULPA!
Franco trazaba lentamente el peine sobre las indefensas plantas de Vanessa que no podía hacer más que reír y gritar. Dolores en su desesperación intentó como pudo romper su par de los mismos grilletes que tenía su hija, pero no tenía la fuerza suficiente y se notaba la frustración de querer moverse como loca en su lugar pero lo único que logró fue cansarse más. Si Vanessa estaba con movilidad muy reducida, Dolores directamente no podía mover de lugar ni un dedo de sus pies.
Franco: — Una confesión a medias es una mentira elaborada, Dolores. Necesito los detalles. Necesito saber cómo te contactaste con ellos, cómo vendiste mi vulnerabilidad y por qué demonios utilizaste a tu propia hija para encubrirlo.
Franco toca un botón y en los pies de su ex suegra se activan nuevamente los rodillos y los golpes eléctricos en las placas de metal.
Dolores: —¡¡HAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAPUTAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAAARDE! ¡¡ME DUELHAJAJAJAJÉ! ¡¡FRANCOOOOJAJAJAJAJAJAJA!!
El asalto fue un shock sensorial, mucho peor que ayer. Dolores se arqueó con un espasmo violento, su cuerpo se sacudía incontrolablemente. Su risa histérica se mezclaba con auténticos gemidos de dolor físico y humillación, ambas mujeres chocaban espalda con espalda y cada dos por tres las espaldas estaban poniendo a prueba este maravilloso aparato de torturas que aguantaba estoicamente como Leónidas y sus 300 guerreros…
Al escuchar las risas y el gemido angustiado, Vanessa con su rostro pálido de terror intentaba dejar de reír por un instante.
Vanessa: — ¡Franco, parajajajajaja para con ella! ¡Le duelejajaja de verdad! ¡POR FAVOJOJOJOAJAJAJA! ¡BASTAAA!
Franco se detuvo en ambas, haciendo respiraciones como si subieran al Everest. La piel de los pies de Dolores estaba rosa y se sentía las pulsaciones, pero ahora, la risa había dado paso a un llanto silencioso y entrecortado, una señal de que su voluntad se estaba quebrando.
Franco: — Habla, Dolores. O lo siguiente irá directamente a tu abdomen, esa zona que te da tanto terror exponer.
Dolores: — ¡NO! el... el abdomen… ¡No! Yo... aparte que les proporcioné que tenías esa debilidad, les…
Franco: — Continúa…
Dolores: — Les di los detalles de cuándo estabas solo, de tus horarios… ¡Yo solo quería que te fueras! (diciendo casi una súplica) No te quería en la vida de Vanessa… Tenía mie…
Franco se acercó a Vanessa, quien había escuchado el miedo genuino de su madre por la amenaza al abdomen. Había presenciado el quiebre.
— ¿Lo oyes, Vanessa? Ella me entregó (señalando a Dolores). Me convirtió en un juguete sexual para espantar sus propios fantasmas. ¿Y por qué, Dolores? ¿POR QUÉ TANTO INTERÉS EN MI DESAPARICIÓN? Ahora, mi querida ex, te toca pagar por tu ceguera…
Sin darle tiempo a reaccionar, el hombre se centró de nuevo en los pies de Vanessa, aún cubiertos con la mezcla granulada de sal y azúcar. Agarró un cepillo de uñas de cerdas duras, diseñado para la pedicura, pero que en ese contexto se convertía en una herramienta de tortura precisa y prolongada. Comenzó a cepillar metódicamente la planta de su pie izquierdo. El roce abrasivo del cepillo contra los gránulos de azúcar y la piel sensible provocó una reacción violenta que se hacia peor al intentar mover su pie de un lado al otro.
Vanessa: — ¡¡AAAHHHH JAJAJAJAJAJAAAAJAJAJAJAJAAAARDE!! ¡¡ME PICA, ME PICA MUCHOOOOO!! ¡¡NO, NO, NO, HIHIHIHIJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!
La risa de Vanessa era una mezcla de placer cosquilloso y dolor ardiente, un tormento sensorial que no le permitía concentrarse en la traición de su madre, sino solo en la sensación abrumadora. Franco mantuvo un ritmo constante y firme en el arco de su pie izquierdo, mientras que su pie derecho se sumó a la fiesta.
Vanessa se retorcía en su lugar luego que aquel que amó alguna vez hizo la última visita de unos 3-4 minutos a sus extremidades más sensibles (que fue una eternidad para la mujer), pero Franco aún esperaba la verdad, y se dirigió a Dolores, quien, exhausta, permanecía en un llanto silencioso, sus pies todavía tensos bajo la sujeción. Franco sabía que para romperla por completo, la humillación debía ser absoluta.
Trajo un par de alicates con puntas de goma y, con un movimiento deliberado, comenzó a pellizcar la sensible piel entre los dedos de sus pies. El pellizco no era sólo doloroso, sino profundamente irritante y cosquilloso, atacando la zona que el cepillado no había alcanzado.
Dolores: — ¡¡AAAAAAHJAJAJAJAJAJAJA! ¡¡B-BASTAJAJAJAJAJAJAJA, ME DA COSQUILLAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡¡DEJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA DEJA MIS DEDOS!!
La risa volvió a filtrarse en su voz, forzada y quebrada por el dolor. Franco se inclinó aún más, enfocando su mirada en cada parte de la piel entre los dedos, donde era especialmente susceptible a los escalofríos.
Franco: — Esta es la verdad, Dolores. Tú eres tan débil como yo, y tu hija lo sabe ahora. Me vendiste por miedo a ser expuesta.
Dolores: — ¡¡PARAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡POR FAJAJAJAJAJAJAJA PORFAVOR, QUÍTAJAJAJAJAJAJAJA ESTA HUMILLAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA HUMILLACIÓN!! ¡¡TE DIRÉ LO QUEJEJEJEJAJAJAJAJAJAJA QUIERAS!! ¡¡LOQUEEJEJEJEJEJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡TODOOOOJAJAJAJAJAJAJA!!
Franco se detuvo, mirando a su rostro, que era un mapa de desesperación, agotamiento y derrota, insistiendo:
— Muy bien… la verdad Dolores, sin excusas.
Dolores: — F-Fue… fue un hombre… llamado Bruno. Bruno Bonera. Antes de que naciera Vanessa, mi esposo tenía documentos guardados y yo sabía dónde estaban, cuando Vanessa era bebe de un par de meses, me secuestraron y me hicieron exactamente lo que te hicieron, Franco. Fui un juguete sexual. Mi leche materna, la que debía darle a Vanessa, fue usada para sus reuniones como leche batida para sus cafés. Me dejaron ir a las 2 semanas con la condición de entregar a mi esposo, o los documentos. Hice que pareciera un robo y se llevaron los documentos. Cuando Vanessa tenía 10, mi esposo falleció en un accidente de tránsito que no fue bien esclarecido, pero estoy seguro que fue Bruno, solo para recordar que podía pasar si hablaba. Bruno me contactó cuando tu estabas de novio con Vanessa y me dijo que su hija necesitaba a alguien fuerte y sano para sus juegos… Eras tu o era la vida de Vanessa, y por eso te entregué… Yo… yo solo… solo quería protegernos…
La confesión de Dolores trajo consigo un nuevo nivel de complejidad. Su traición no era solo por abandono, sino por miedo. Estaba llorando realmente, los 3 en realidad. Un hombre inocente preso de los fantasmas de la madre que quería proteger a su hija.
Franco, secándose las lágrimas, se acercó a Vanessa y mientras ella miraba, se bajó su pantalón y mostró el glúteo derecho a su ex, glúteo que tenía quemaduras de ganado y la silueta de dos B. Su expresión ya no era de ira, sino de una tristeza fría y de comprensión hacia su antiguo enamorado.
Franco: — Bianca Bonera. La hija de un experto en manipulación y tortura sensorial, que usó el miedo de tu madre para separarnos (mientras se subía el pantalon). Tú me dejaste con una nota, pero el dolor fue infligido por un tercero que ella introdujo en nuestras vidas.
Vanessa, al escuchar todo y la profundidad de la traición, colapsó emocionalmente.
— ¡Mamá! ¡¿Cómo…?! ¡Yo te creí! ¡YO TE DEFENDÍ! ¿por qué nunca me dijiste la verdad? ¡¡POR QUEEE!!
Franco desata a Vanessa y la ayuda a bajarse. No tenía nada de fuerzas y su ex la ayudó a caminar frente a Dolores, pero no se dio cuenta que el hombre le puso un collar encadenado. Regresó a su arsenal y sacó un par de botas de tacón alto, diseñadas para estilizar la figura. Eran para Vanessa, talla 38, pero en el interior había una mezcla de lana áspera y púas de plástico suave, diseñadas para hacer cosquillas en las plantas de los pies con cada movimiento. Limpió cada pie del azúcar y la sal, y la obligó a calzarse las botas. El roce de las púas interiores con su planta ya sensible la hizo jadear.
Vanessa: — ¡Me pica! ¡Me pica mucho, Franco! ¡No puedo soportar el roce!
Franco ató sus manos detrás y la mujer no podía sentarse pero si podía caminar por la bodega, solo unos pocos pasos qué era lo que permitía el collar. Cada movimiento, cada paso, reactiva la hipersensibilidad en sus pies y el roce interno de las púas, llevándola a un estado de risa nerviosa y dolorosa.
Vanessa: — ¡¡NOOOOJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJA!! ¡¡PARAJAJAJAJAJÉ! ¡¡MEJEJEJAJAJAJAJA PIJIJIJIJIJJAJAJAJAJAJA!!
Mientras Vanessa caminaba con torpeza y aguantaba la risa, se acercó a Franco. Él tomó su mentón y levantó su cara, acercando su rostro al de ella, con la mezcla de excitación y terror latiendo en el ambiente.
Franco: — Tu madre está rota. ¿Lo ves? Ni se molesta en levantar la cabeza para mirarte… Pero tu… aún no has asumido tu propio deseo.
Y sacó de su bolsillo un frasco pequeño de suero de la verdad. Se lo inyectó en el brazo a Vanessa, quien no opuso resistencia, demasiado confundida y exhausta.
Franco: — Ahora, la verdad. ¿Por qué te reías tan fuerte? ¿Por qué tu cuerpo siempre me buscaba después de que te hacía cosquillas, incluso cuando tu madre te dijo que me dejaras?
Vanessa: — Yo… yo… (Su voz era un susurro entrecortado, su cuerpo temblando). Me gustaba… me gustaba la sensación de perder el control. Me excitaba. Yo lo sentía… y mi madre… pero me gustaba, Franco… me gusta.
La confesión, forzada por el suero y la tortura, era el último eslabón de la venganza. Franco se había asegurado de que Vanessa confrontaba la verdad de su propio deseo, la misma que la había llevado a abandonarlo por miedo a la condena social, pero que siempre había querido en secreto.
Franco: — Ahora lo entiendes. Ambos somos esclavos.
Acercándose a Vanessa que contenía la risa y el dolor en sus pies por el roce interno de las botas combinándose con la liberación emocional de la verdad. Él se arrodilló, retiró las botas de Vanessa, quitó el collar y luego la besó con una intensidad brutal, un beso lleno de rencor, deseo y complicidad.
Dolores, al ver el beso de su hija con su torturador, gritó con su voz desgarrada por la agonía:
— ¡¡NOOOO! ¡¡VANESSA!! ¡¡NO!! ¡¡ÉL NO!! ¡¡ES UN MONSTRUO!! ¡¡TE ESTÁ MANIPULANDO!!
Franco rompió el beso y miró a Vanessa, que luego del beso se puso de rodillas, con las lágrimas y la risa silenciosa conviviendo en su rostro.
Franco: — Tienes que tomar una decisión, Vanessa. Tu vida pasada de mentiras o un nuevo inicio con la verdad.
Y se alejó lentamente hacia la puerta de la bodega, dejando a las dos mujeres solas en la penumbra. Dolores, atrapada en su tormento sensorial, incapaz de moverse. Vanessa, estaba liberada de sus ataduras físicas pero encadenada por la verdad revelada, su renovado deseo y ahora reconectada con su ex.
Franco: — En diez minutos llega la policía y tu madre será encontrada aquí, atada, humillada… y expuesta a la verdad de su propia traición con los documentos que están sobre la mesa. Si vienes conmigo, serás tu propia dueña emocionalmente. Si te quedas, irás a la cárcel como cómplice.
El hombre se aleja por la puerta, dejando a Vanessa y Dolores en un silencio interrumpido solo por los gemidos de dolor reprimido de Dolores y el sonido de las botas de Franco alejándose por el pasillo. Vanessa miró a su madre, miró sus ataduras, miró que no tenía ni una pizca de remordimiento y luego miró la puerta que se estaba cerrando mientras su corazón estaba latiendo con la promesa de una nueva vida.
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Parte 3 (el legado) se presentará en 1 semana...
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Al día siguiente, la atmósfera en la bodega se había espesado hasta convertirse en una sopa de miedo, vergüenza y resentimiento, saturada por el penetrante olor a metal y la esencia residual del polvo irritante. La primera fase de la venganza había desmantelado la fachada de Dolores y agrietado la lealtad de Vanessa, pero Franco sabía que la confesión total—la catarsis que justificaba dos años de planificación—aún no había sido arrancada. La sinfonía de la risa histérica y los jadeos nerviosos de Dolores tejían un telón de fondo de terror psicológico para Vanessa, que su ex, el arquitecto del sadismo, disfrutaba con una precisión quirúrgica.
Franco se encontraba ante Vanessa y su rostro imperturbable. Ella permanecía igual que ayer, inmovilizada físicamente de la misma forma y por el peso de la culpa y la revelación de la traición de su madre. La máquina de rodillos que el día anterior había dejado los pies de Dolores en un estado de hipersensibilidad exacerbada es una condición que Franco se disponía a explotar con una técnica aún más cruel, diseñada para trascender el dolor y apuntar directamente a la mente.
El castigo de Dolores ahora será el motor del quiebre emocional de Vanessa.
Franco: — El polvo de picazón hizo su trabajo, Vanessa, ¿lo sientes? Tu madre lo va a sentir en un recordatorio constante de su fracaso, de su empeño en destruirnos… ¿Aún dudas de su culpabilidad total? Ella no solo me dejó a mi suerte, Vanessa. Ella les dio a mis captores el plano de mi fragilidad.
Vanessa: — ¡No, Franco! ¡Por favor no, detente! Mi madre me dijo que… que tu perversión no era saludable, que eras poca cosa para mi. ¡NO CREO QUE SEA UNA TRAIDORA! Ella me ama, me protegió de….
Franco se rió, con un sonido seco y sin humor por las mentiras que acababa de escuchar. Se acercó a la mesa y tomó un pequeño recipiente con sal fina y azúcar glacé, una mezcla granulada y abrasiva.
Franco: — Hablas de perversión, Vanessa, pero olvidas que tu propia sensibilidad latente es lo que nos unió. ¿O crees que tu risa descontrolada de ayer fue solo miedo? Fue excitación, la misma que me demostraste en cada beso que le di a tus pies, a tus piernas, a tus tetas, a tu boca… Pero ahora, tus pies van a poner a prueba la lealtad que aún te ciega.
Roció la mezcla de sal y azúcar sobre la planta del pie derecho de Vanessa. El material granulado, contrastando con la suavidad de sus pies y la picazón residual de ayer, intensificó la sensibilidad. Luego, tomó un pequeño peine de púas de hueso afiladas, no para rascar, sino para trazar lentamente los patrones circulares sobre el talón y el arco, como si estuviera mapeando la topografía de su tormento. Al no estar atados sus dedos, el movimiento del pie hacia los costados hizo peor el tormento.
Vanessa: — ¡¡AAAAJAJAJAJAAAAAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡NOOO, QUEMAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡RASPA! ¡¡ME ARDEJEJEJAJAJAJAJAJAJA, POR FAJAJAJAJAVOR! ¡¡QUÍTALO!! ¡¡NO PUEDO AGUAJAJAJAJAJAJAJA AGUANTAJAJAJAJAJAJAJAR!!
La tortura se dirigía no solo a su piel, sino a su concentración, forzándola a reír y a sentir la agonía de la hipersensibilidad táctil. Ella se retorció pero no encontró mucha movilidad ya que sus brazos estaban atados por encima de la cabeza en esos grilletes bien acolchados pero infranqueables que impedía cualquier intento de cubrirse. La risa de Vanessa era más frenética, un sonido de pura histeria avergonzada, exponiendo el miedo profundo a la pérdida de control.
Mientras Vanessa se convulsionaba, Franco nota que Dolores se despierta y mira a los costados y hacia arriba asustada, pero recordando donde estaba…
Dolores: — ¡Franco, detente! ¡A ella no! ¡ELLA ES INOCENTE! ¡Lo que pasó fue mi culpa! ¡DIJE QUE FUE MI CULPA!
Franco trazaba lentamente el peine sobre las indefensas plantas de Vanessa que no podía hacer más que reír y gritar. Dolores en su desesperación intentó como pudo romper su par de los mismos grilletes que tenía su hija, pero no tenía la fuerza suficiente y se notaba la frustración de querer moverse como loca en su lugar pero lo único que logró fue cansarse más. Si Vanessa estaba con movilidad muy reducida, Dolores directamente no podía mover de lugar ni un dedo de sus pies.
Franco: — Una confesión a medias es una mentira elaborada, Dolores. Necesito los detalles. Necesito saber cómo te contactaste con ellos, cómo vendiste mi vulnerabilidad y por qué demonios utilizaste a tu propia hija para encubrirlo.
Franco toca un botón y en los pies de su ex suegra se activan nuevamente los rodillos y los golpes eléctricos en las placas de metal.
Dolores: —¡¡HAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJAPUTAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAAARDE! ¡¡ME DUELHAJAJAJAJÉ! ¡¡FRANCOOOOJAJAJAJAJAJAJA!!
El asalto fue un shock sensorial, mucho peor que ayer. Dolores se arqueó con un espasmo violento, su cuerpo se sacudía incontrolablemente. Su risa histérica se mezclaba con auténticos gemidos de dolor físico y humillación, ambas mujeres chocaban espalda con espalda y cada dos por tres las espaldas estaban poniendo a prueba este maravilloso aparato de torturas que aguantaba estoicamente como Leónidas y sus 300 guerreros…
Al escuchar las risas y el gemido angustiado, Vanessa con su rostro pálido de terror intentaba dejar de reír por un instante.
Vanessa: — ¡Franco, parajajajajaja para con ella! ¡Le duelejajaja de verdad! ¡POR FAVOJOJOJOAJAJAJA! ¡BASTAAA!
Franco se detuvo en ambas, haciendo respiraciones como si subieran al Everest. La piel de los pies de Dolores estaba rosa y se sentía las pulsaciones, pero ahora, la risa había dado paso a un llanto silencioso y entrecortado, una señal de que su voluntad se estaba quebrando.
Franco: — Habla, Dolores. O lo siguiente irá directamente a tu abdomen, esa zona que te da tanto terror exponer.
Dolores: — ¡NO! el... el abdomen… ¡No! Yo... aparte que les proporcioné que tenías esa debilidad, les…
Franco: — Continúa…
Dolores: — Les di los detalles de cuándo estabas solo, de tus horarios… ¡Yo solo quería que te fueras! (diciendo casi una súplica) No te quería en la vida de Vanessa… Tenía mie…
Franco se acercó a Vanessa, quien había escuchado el miedo genuino de su madre por la amenaza al abdomen. Había presenciado el quiebre.
— ¿Lo oyes, Vanessa? Ella me entregó (señalando a Dolores). Me convirtió en un juguete sexual para espantar sus propios fantasmas. ¿Y por qué, Dolores? ¿POR QUÉ TANTO INTERÉS EN MI DESAPARICIÓN? Ahora, mi querida ex, te toca pagar por tu ceguera…
Sin darle tiempo a reaccionar, el hombre se centró de nuevo en los pies de Vanessa, aún cubiertos con la mezcla granulada de sal y azúcar. Agarró un cepillo de uñas de cerdas duras, diseñado para la pedicura, pero que en ese contexto se convertía en una herramienta de tortura precisa y prolongada. Comenzó a cepillar metódicamente la planta de su pie izquierdo. El roce abrasivo del cepillo contra los gránulos de azúcar y la piel sensible provocó una reacción violenta que se hacia peor al intentar mover su pie de un lado al otro.
Vanessa: — ¡¡AAAHHHH JAJAJAJAJAJAAAAJAJAJAJAJAAAARDE!! ¡¡ME PICA, ME PICA MUCHOOOOO!! ¡¡NO, NO, NO, HIHIHIHIJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!
La risa de Vanessa era una mezcla de placer cosquilloso y dolor ardiente, un tormento sensorial que no le permitía concentrarse en la traición de su madre, sino solo en la sensación abrumadora. Franco mantuvo un ritmo constante y firme en el arco de su pie izquierdo, mientras que su pie derecho se sumó a la fiesta.
Vanessa se retorcía en su lugar luego que aquel que amó alguna vez hizo la última visita de unos 3-4 minutos a sus extremidades más sensibles (que fue una eternidad para la mujer), pero Franco aún esperaba la verdad, y se dirigió a Dolores, quien, exhausta, permanecía en un llanto silencioso, sus pies todavía tensos bajo la sujeción. Franco sabía que para romperla por completo, la humillación debía ser absoluta.
Trajo un par de alicates con puntas de goma y, con un movimiento deliberado, comenzó a pellizcar la sensible piel entre los dedos de sus pies. El pellizco no era sólo doloroso, sino profundamente irritante y cosquilloso, atacando la zona que el cepillado no había alcanzado.
Dolores: — ¡¡AAAAAAHJAJAJAJAJAJAJA! ¡¡B-BASTAJAJAJAJAJAJAJA, ME DA COSQUILLAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡¡DEJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA DEJA MIS DEDOS!!
La risa volvió a filtrarse en su voz, forzada y quebrada por el dolor. Franco se inclinó aún más, enfocando su mirada en cada parte de la piel entre los dedos, donde era especialmente susceptible a los escalofríos.
Franco: — Esta es la verdad, Dolores. Tú eres tan débil como yo, y tu hija lo sabe ahora. Me vendiste por miedo a ser expuesta.
Dolores: — ¡¡PARAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡POR FAJAJAJAJAJAJAJA PORFAVOR, QUÍTAJAJAJAJAJAJAJA ESTA HUMILLAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA HUMILLACIÓN!! ¡¡TE DIRÉ LO QUEJEJEJEJAJAJAJAJAJAJA QUIERAS!! ¡¡LOQUEEJEJEJEJEJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!! ¡¡TODOOOOJAJAJAJAJAJAJA!!
Franco se detuvo, mirando a su rostro, que era un mapa de desesperación, agotamiento y derrota, insistiendo:
— Muy bien… la verdad Dolores, sin excusas.
Dolores: — F-Fue… fue un hombre… llamado Bruno. Bruno Bonera. Antes de que naciera Vanessa, mi esposo tenía documentos guardados y yo sabía dónde estaban, cuando Vanessa era bebe de un par de meses, me secuestraron y me hicieron exactamente lo que te hicieron, Franco. Fui un juguete sexual. Mi leche materna, la que debía darle a Vanessa, fue usada para sus reuniones como leche batida para sus cafés. Me dejaron ir a las 2 semanas con la condición de entregar a mi esposo, o los documentos. Hice que pareciera un robo y se llevaron los documentos. Cuando Vanessa tenía 10, mi esposo falleció en un accidente de tránsito que no fue bien esclarecido, pero estoy seguro que fue Bruno, solo para recordar que podía pasar si hablaba. Bruno me contactó cuando tu estabas de novio con Vanessa y me dijo que su hija necesitaba a alguien fuerte y sano para sus juegos… Eras tu o era la vida de Vanessa, y por eso te entregué… Yo… yo solo… solo quería protegernos…
La confesión de Dolores trajo consigo un nuevo nivel de complejidad. Su traición no era solo por abandono, sino por miedo. Estaba llorando realmente, los 3 en realidad. Un hombre inocente preso de los fantasmas de la madre que quería proteger a su hija.
Franco, secándose las lágrimas, se acercó a Vanessa y mientras ella miraba, se bajó su pantalón y mostró el glúteo derecho a su ex, glúteo que tenía quemaduras de ganado y la silueta de dos B. Su expresión ya no era de ira, sino de una tristeza fría y de comprensión hacia su antiguo enamorado.
Franco: — Bianca Bonera. La hija de un experto en manipulación y tortura sensorial, que usó el miedo de tu madre para separarnos (mientras se subía el pantalon). Tú me dejaste con una nota, pero el dolor fue infligido por un tercero que ella introdujo en nuestras vidas.
Vanessa, al escuchar todo y la profundidad de la traición, colapsó emocionalmente.
— ¡Mamá! ¡¿Cómo…?! ¡Yo te creí! ¡YO TE DEFENDÍ! ¿por qué nunca me dijiste la verdad? ¡¡POR QUEEE!!
Franco desata a Vanessa y la ayuda a bajarse. No tenía nada de fuerzas y su ex la ayudó a caminar frente a Dolores, pero no se dio cuenta que el hombre le puso un collar encadenado. Regresó a su arsenal y sacó un par de botas de tacón alto, diseñadas para estilizar la figura. Eran para Vanessa, talla 38, pero en el interior había una mezcla de lana áspera y púas de plástico suave, diseñadas para hacer cosquillas en las plantas de los pies con cada movimiento. Limpió cada pie del azúcar y la sal, y la obligó a calzarse las botas. El roce de las púas interiores con su planta ya sensible la hizo jadear.
Vanessa: — ¡Me pica! ¡Me pica mucho, Franco! ¡No puedo soportar el roce!
Franco ató sus manos detrás y la mujer no podía sentarse pero si podía caminar por la bodega, solo unos pocos pasos qué era lo que permitía el collar. Cada movimiento, cada paso, reactiva la hipersensibilidad en sus pies y el roce interno de las púas, llevándola a un estado de risa nerviosa y dolorosa.
Vanessa: — ¡¡NOOOOJAJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJA!! ¡¡PARAJAJAJAJAJÉ! ¡¡MEJEJEJAJAJAJAJA PIJIJIJIJIJJAJAJAJAJAJA!!
Mientras Vanessa caminaba con torpeza y aguantaba la risa, se acercó a Franco. Él tomó su mentón y levantó su cara, acercando su rostro al de ella, con la mezcla de excitación y terror latiendo en el ambiente.
Franco: — Tu madre está rota. ¿Lo ves? Ni se molesta en levantar la cabeza para mirarte… Pero tu… aún no has asumido tu propio deseo.
Y sacó de su bolsillo un frasco pequeño de suero de la verdad. Se lo inyectó en el brazo a Vanessa, quien no opuso resistencia, demasiado confundida y exhausta.
Franco: — Ahora, la verdad. ¿Por qué te reías tan fuerte? ¿Por qué tu cuerpo siempre me buscaba después de que te hacía cosquillas, incluso cuando tu madre te dijo que me dejaras?
Vanessa: — Yo… yo… (Su voz era un susurro entrecortado, su cuerpo temblando). Me gustaba… me gustaba la sensación de perder el control. Me excitaba. Yo lo sentía… y mi madre… pero me gustaba, Franco… me gusta.
La confesión, forzada por el suero y la tortura, era el último eslabón de la venganza. Franco se había asegurado de que Vanessa confrontaba la verdad de su propio deseo, la misma que la había llevado a abandonarlo por miedo a la condena social, pero que siempre había querido en secreto.
Franco: — Ahora lo entiendes. Ambos somos esclavos.
Acercándose a Vanessa que contenía la risa y el dolor en sus pies por el roce interno de las botas combinándose con la liberación emocional de la verdad. Él se arrodilló, retiró las botas de Vanessa, quitó el collar y luego la besó con una intensidad brutal, un beso lleno de rencor, deseo y complicidad.
Dolores, al ver el beso de su hija con su torturador, gritó con su voz desgarrada por la agonía:
— ¡¡NOOOO! ¡¡VANESSA!! ¡¡NO!! ¡¡ÉL NO!! ¡¡ES UN MONSTRUO!! ¡¡TE ESTÁ MANIPULANDO!!
Franco rompió el beso y miró a Vanessa, que luego del beso se puso de rodillas, con las lágrimas y la risa silenciosa conviviendo en su rostro.
Franco: — Tienes que tomar una decisión, Vanessa. Tu vida pasada de mentiras o un nuevo inicio con la verdad.
Y se alejó lentamente hacia la puerta de la bodega, dejando a las dos mujeres solas en la penumbra. Dolores, atrapada en su tormento sensorial, incapaz de moverse. Vanessa, estaba liberada de sus ataduras físicas pero encadenada por la verdad revelada, su renovado deseo y ahora reconectada con su ex.
Franco: — En diez minutos llega la policía y tu madre será encontrada aquí, atada, humillada… y expuesta a la verdad de su propia traición con los documentos que están sobre la mesa. Si vienes conmigo, serás tu propia dueña emocionalmente. Si te quedas, irás a la cárcel como cómplice.
El hombre se aleja por la puerta, dejando a Vanessa y Dolores en un silencio interrumpido solo por los gemidos de dolor reprimido de Dolores y el sonido de las botas de Franco alejándose por el pasillo. Vanessa miró a su madre, miró sus ataduras, miró que no tenía ni una pizca de remordimiento y luego miró la puerta que se estaba cerrando mientras su corazón estaba latiendo con la promesa de una nueva vida.
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Parte 3 (el legado) se presentará en 1 semana...



