• If you would like to get your account Verified, read this thread
  • The TMF is sponsored by Clips4sale - By supporting them, you're supporting us.
  • >>> If you cannot get into your account email me at [email protected] <<<
    Don't forget to include your username

Deseos de Venganza Cap 9-10-11

gabito

TMF Poster
Joined
Oct 7, 2001
Messages
114
Points
0
Perdón por la tardanza. Ahí va la continuación. La termino antes de febrero.


Capítulo IX


Claudia se levantó temprano y desayunó sola. Al terminar, tomó el teléfono para comunicarse con el subsuelo.
-¿Señora?- Respondió uno de los guardias.
-¿Cómo está la chica?- Preguntó.
- Y le hemos dado de desayunar, y creo que se ha dado una ducha.- Contestó el hombre.
- Muy bien. Quiero que la llevan al cuarto de tormentos, le quiten la ropa, y la coloquen en el potro.- Claudia ordenó. – Bajaré en unos minutos, y luego podrán ir a descansar.- Antes de colgar el tubo, añadió. – Hagan lo que les digo, y ni siquiera se les ocurra propasarse. Eso corre por mi cuenta.- Entonces terminó la conversación.
Claudia subió al primer piso para averiguar por que las chicas aún no habían bajado. Entró en su dormitorio sin llamar a la puerta. Florencia dormía todavía atada a su cama. Eugenia, lo hacía sentada en el suelo, con los brazos cruzados sobre el colchón, y su cabeza reposando sobre ellos.
-¿Saben qué hora es?- Claudia gritó con la intención de hacer reaccionar a las mujeres. Y funcionó.
- Yo... yo...- Empezó a decir Eugenia, pero su jefa la interrumpió.
- Parece que no eres la chica inocente que creí.- Dijo la mujer, con bastante sorpresa.
- Yo... yo...- Eugenia intentó completar la frase, sin saber realmente que era lo que quería o debía decir.
- Miren, lo que ustedes hagan en su tiempo libre, es asunto suyo. Pero es tarde, y tenemos muchas cosas que hacer el día de hoy. Tienen cinco minutos para estar listas. Las espero en el sótano.- Dijo Claudia dándose vuelta en dirección a la puerta, sin poder evitar sonreír pensando en lo que habían hecho durante la noche.
-¡Maldita seas Eugenia!- Exclamó Florencia. – Desátame de una vez, antes de que nos metamos en verdaderos problemas.-
- Lo siento, Flor. Iba a desatarte, pero me quedé dormida. Pero no te preocupes, yo le explicaré todo al jefe. Asumiré toda la responsabilidad.- Dijo Eugenia con sinceridad.
-¡Cállate y desátame antes de que ella se enfurezca de verdad! ¡Maldita estúpida!-
- Ya te pedí perdón, ¿qué más quieres que haga?- Eugenia volvió a disculparse, al tiempo en el que ya había liberado las muñecas de su compañera, y se había hecho a un lado para cambiarse de ropa dejándola terminar sola el trabajo.
-¿Te divertiste conmigo anoche, eh?- Preguntó Florencia. – Realmente lo disfrutaste, perra.-
- A decir verdad... yo... –
-¿Me desmayé, verdad? ¡Hija de puta! Me hiciste acabar seis veces, y me desmayé.- Dijo Florencia. -¿Pero por qué tenías que hacerme cosquillas? Si no me hubieras atado, podría haberte devuelto el favor. ¡Maldita mosquita muerta!- Siguió con su comentario mientras se vestía.
- Te até solo para asegurarme que no me atacaras durante la noche. Pero no pude resistirme a la tentación. Te aseguro que todo lo demás no lo había planeado.- Dijo Eugenia con algo de arrepentimiento.
En realidad, lo había disfrutado mucho, pero las posibles represalias de Florencia, ahora le daban miedo. De todos modos, ya todo estaba hecho, y tendría que soportar lo que viniera.
- Bueno, seis polvos para una principiante como tu, no está mal. Recuérdame que te enseñe algunos trucos la próxima vez.- Afirmó Florencia, mientras las dos salían del dormitorio en dirección al subsuelo.
Cuando entraron al cuarto de tormentos, Claudia estaba sacando varias cosas de un maletín, las que iba dejando en forma ordenada sobre una mesa ubicada contra la pared, de forma en que la prisionera no pudiera verlas.
- Era hora.- Dijo Claudia. – Tenemos que darnos prisa. Será nuestra última sesión de tortura antes de marcharnos de aquí.-
La palabra tortura, hizo que Romina se estremeciera, pero sintió algo de alivio sabiendo que se marcharían. Quizás eso significase el fin de su reclusión.
- Como podrán observar, nuestra amiga aquí, está desnuda.- Claudia comentó en tono didáctico. – En nuestra sesión de hoy, exploraremos su sensibilidad a las cosquillas en partes de su cuerpo que ayer no pudimos analizar, dada su poca voluntad de colaboración al desmayarse.- Continuó. – Para comenzar, utilizaremos éstas.- Dijo la mujer alcanzándoles una pluma a cada una de sus asistentes.
Florencia, estaba a la derecha de Romina, y Eugenia a la izquierda. Ambas a la altura de su torso. Claudia se puso también a la izquierda, pero a la altura de sus caderas.
- Trazaremos una línea imaginaria desde su nariz hasta su ombligo. Quiero que cada una de ustedes se encargue de su lado correspondiente. Tienen libertad de acción, pero solo pueden usar la pluma. Al menos hasta que yo les diga que hagan otra cosa.- Ordenó la mujer. – Yo las asistiré en lo que me parezca que corresponda, y luego me seguirán. Veremos que tipo de reacción podemos conseguir.-
Las dos asistentes obedecieron. Con mucha calma, comenzaron a hacer correr sus respectivas plumas desde las axilas de la cautiva, hasta las costillas bajas. De arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba. Romina se estremeció. Su cuerpo tembló, y aunque las sensaciones eran notorias, podía soportarlas sin chillar. Mientras Florencia prestaba más atención a su axila derecha, Eugenia empezó a rodear el hermoso pecho izquierdo de la víctima con su pluma, alcanzando cada tanto el pezón mismo. La reacción de Romina cambió, pues ahora a las cosquillas, se añadía un ingrediente nuevo, cierto estímulo de carácter sexual. Eugenia lo había practicado la noche anterior sobre los pechos de Florencia, los cuales habían sido toda una tentación para ella. Y aunque las tetas de la prisionera no eran tan grandes, su redondez era atrayente. De todos modos el objetivo principal de Eugenia era explorar todo lo referente al arte de hacer cosquillas que pudiera, aprovechando que ya no era la víctima de ellas.
-¡Aarggghhhh! ¡Aaayyyyy!- Exclamaba la pobre Romina cada tanto, pero sin sentir realmente aquella urgencia de reír, como había experimentado el día anterior.
Sin embargo, las sensaciones iban en aumento. La piel se saturaba de estímulos. Indeseables como las cosquillas, pero placenteros como el del roce de la pluma sobre su pezón. Pero la mezcla era del tipo intolerable.
- Florencia.- Dijo Claudia. – Quiero que te dediques a su pecho derecho. Quiero que las dos le hagan cosquillas en las tetas al mismo tiempo.
La asistente principal obedeció. Ambas chicas torturaban a Romina haciéndole cosquillas en los pechos. La pobre muchacha, temblaba, se estremecía, y gemía.
Aunque algo abrumada, Romina creyó que podría soportar su penuria sin quebrantarse, sin sentirse tan humillada a pesar de su desnudez. Tenía que resistir un poco hasta que las mujeres se marcharan y la abandonaran en el sótano para que alguien la encontrase. Pero las cosas no le resultarían tan sencillas.
Claudia tomó una segunda pluma, y fue hasta el extremo del potro de tormentos. Con mucha lentitud, comenzó a deslizar una sobre cada una de las plantas de los pies de Romina. La chica cerró sus ojos y apretó los dientes. Sus pies eran una parte muy sensible de su cuerpo, y por eso las cosquillas en las plantas de los pies iban a ser muy difíciles de contrarrestar. Luego de unos minutos, ya no pudo contenerse más.
-¡Hahaha hahaha hahaha!- Empezó a reír a desgano.
La reacción estimuló el accionar de sus torturadoras, quienes aumentaron la intensidad de su ataque. Pronto, Romina estuvo riendo a carcajadas, al igual que lo había hecho en su sesión anterior.
- Chicas.- Claudia habló sin detener las cosquillas. – Ahora quiero que usen sus plumas para atormentar el lado interno de sus muslos.
Nuevamente, las asistentes obedecieron. Hicieron correr sus plumas desde la mitad del muslo hacia arriba. Lo erótico de la situación tenía muy entusiasmada a Eugenia, y Florencia estaba prácticamente en llamas. A ella le gustaban las mujeres, y Romina era una mujer apetecible.
Eventualmente, las plumas rozaron los labios externos de la vagina de la chica. El respingo que dio, hizo que las dos asistentes de Claudia, se concentraran en esa zona, lo cual después de unos minutos, hizo que la vagina de Romina comenzara a humedecerse.
Esto también hizo que las plumas se mojaran, y perdieran algo de su efectividad. La jefa de la operación se dio cuenta del hecho, y les ordenó que descartaran las plumas, y comenzaran a utilizar sus uñas.
-¡Ay, no! ¡Hahahahaha ahahahahaha ahahahahaha ahahaha! ¡No, por favor! ¡Hahahaha hahahaha eso no hahahahaahahahaha ahahhahahahaha!- Romina gritó a modo de súplica.
La sensación de las uñas rodeando sus labios vaginales, con el suave roce alternativo sobre su clítoris, la hizo estallar en histeria. Las cosquillas en los pies no se detenían, y aunque eran una sensación insoportable, la estimulación de su zona íntima iba en aumento.
La intención de Claudia era encender el fuego sexual en su víctima. Era otra faceta de su arte de hacer cosquillas. Había cambiado la tortura pura de la primera sesión, por una más sensual y quizás menos terrible. Pero tortura al fin.
-¡Hahahahaa ahahaha ahí no hahahah! ¡Por Dios, ahí no! ¡Hahhahahha ahahahah ahahahaha! ¡Piedad, chicas! ¡Hahahahha hahahahaha hahahaha!- Romina reía y suplicaba, cosas que naturalmente, Claudia quería conseguir.
La mujer gozaba del sufrimiento que le proporcionaba a la pobre chica. Florencia lo hacía también, aunque su interés por el cuerpo de Romina era diferente al de su jefa, ya que esta no la veía como un objeto erótico. Eugenia gozaba más que nada, del poder que sentía haciéndole a la víctima. Internamente se preguntaba si disfrutaría de igual modo haciéndola padecer algo que fuesen solamente cosquillas.
-¡Hahahahahah ahahahahah ahahahahah! ¡No! ¡No hahahaha no! ¡Por favor, Claudia, basta hahahahah pro hahahahahaha favor! ¡Ya no hahahahahah ahahahhaa ya no aguanto!- La chica seguía riendo y suplicando.
La mezcla de las sensaciones era algo que no podía manejar. A ciencia cierta, no estaba segura de sí quería dejar de sufrir las cosquillas, o quería que continuaran para poder descargar toda la excitación sexual que le estaban provocando esas salvajes. Sus caderas se movían tanto como el estiramiento de su cuerpo se lo permitía. Se sintió avergonzada de tratar de alcanzar esos dedos que atormentaban su zona íntima.
Después de una hora y media de tormento, y sin que Romina pudiera aliviar adecuadamente su excitación, Claudia ordenó a sus asistentes que se detuvieran.
-¡Alto!- Dijo. – Creo que ya ha sido suficiente. Debemos empezar a preparar las cosas para el viaje.
-¿No vamos a hacerla acabar?- Preguntó Eugenia.
- Ella está aquí para darme el placer de hacerla sufrir. No para su placer.- Dijo Claudia con una mirada severa.
- Es que está casi a punto.- Exclamó Florencia, sin detenerse aún, como si la descarga de la víctima también pudiese provocarle un orgasmo propio.
- No, te dije que hasta aquí llegamos...- Claudia estaba diciendo cuando fue interrumpida.
-¡AAAHHHHHHH OOOHHH SSIII!- Romina gimió y suspiró largamente, al tiempo en que su cuerpo se estremecía y temblaba, esta vez por el placer que la estimulación de Florencia desatara.
Eugenia se quedó perpleja. Florencia sonrió satisfecha. Claudia estaba furiosa.
-¡Maldita hija de puta! Mira lo que hiciste. Te ordené que te detuvieras, no quería que la chica acabara.- Exclamó visiblemente irritada la jefa de la pandilla.
Florencia no supo como reaccionar. Había desobedecido una orden, y había provocado algo que se le había dicho debía evitar. Dio un paso atrás e inclinó la cabeza como pidiendo disculpas, cosa que su jefa sin dudas no aceptaría.
- Bueno... ya está.- Dijo la jefa. – Ahora no podemos volver atrás. No tenemos tiempo, pero haré que te arrepientas de lo que hiciste. A mí no se me desobedece.- Sentenció Claudia. – Vayan a su habitación y empiecen a empacar lo que crean que puedan necesitar. Los muchachos bajarán y prepararán a Romina. Nos vamos a las seis de la tarde.- Dijo Claudia y les hizo señas a sus asistentes para que dejaran el cuarto de tormentos, y ella las siguió.


Capítulo X


Stella llamó al teléfono celular de Andrea. Tenía novedades.
- Andrea.- Dijo con voz agitada.
-¿Qué ocurre Stella?- Dijo la pelirroja, preocupada por el tono en la voz de su socia.
- He interceptado una llamada de la casa de Claudia. Habló con una mujer, y van a marcharse de un momento a otro. Voy para allá, tenemos que actuar ahora o perderemos su rastro.- Dijo Stella Maris y cortó la comunicación.
- Se van.- Andrea le dijo a Daniela. – Stella viene para acá, pero no hay tiempo para esperarla. Tendremos que hacerlo nosotras.-
- Muy bien. ¿Qué hacemos?- Preguntó Daniela, mientras tomaba el arma de su bolso.
- Solo hay una entrada, así que tendremos que usarla. Es arriesgado, pero es la única alternativa.- Dijo Andrea. – Escucha, no sabemos cuantas personas haya ahí adentro. Sí te ves obligada a usar tu arma, no lo dudes. ¿Entiendes?-
- Sí... claro. Como digas.- Respondió Daniela dudando un poco. Deseando no verse en posición de tener que hacerlo.
Salieron del auto en dirección a la puerta de la casona. Forzaron la cerradura, y entraron. Con las armas en sus manos, revisaron los cuartos del frente. No había nadie a la vista. Llegaron hasta el pie de las escaleras. El camino se dividía.
-¿Qué hacemos? ¿Una va arriba y la otra abajo, o seguimos las dos juntas?- Preguntó Daniela.
Andrea dudó un momento, y decidió separar sus fuerzas.
- Tu ve al sótano, yo revisaré el piso superior.- Dijo la pelirroja.
- Muy bien.-
Andrea subió con cautela, pero no la suficiente. Al alcanzar el primer piso, comenzó a inspeccionar los cuartos. Cuando llegó al de las chicas, las encontró empacando sus cosas, y les apuntó con su arma.
-¡Quietas! Levanten las manos y quédense tranquilas.- Ordenó Andrea. -¿En dónde está Romina?
Eugenia y Florencia levantaron las manos y se miraron la una a la otra.
-¿En dónde está la chica?- Repitió Andrea.
- No vamos a decirte nada.- Dijo Florencia. – Estás perdida si piensas que lograrás algo viniendo hasta aquí. No sabes en donde te has metido.-
- Si lo sé. Conozco muy bien a Claudia, pero esta vez no se me escapará.- Dijo la pelirroja. – Sabemos que planea marcharse, y estamos aquí para detenerlas.
- No importan cuantas sean ustedes, Claudia nunca dejará que salgan de aquí.- Sentenció Florencia.
Eugenia permanecía en silencio. Por primera vez sentía temor por la ilegalidad de sus actos, y de las consecuencias que podrían tener.
- Está en el sótano, con nuestra jefa y algunos guardias.- Confesó compungida.
-¡Cállate, estúpida! Nos vas a meter en problemas.- Exclamó su compañera.
- Ya están en problemas.- Dijo Andrea. – Pero si me ayudan a liberar a Romina, veré que su castigo sea lo menor posible.-
- La que está en problemas eres tu.- Dijo Florencia.
Todo se oscureció. Uno de los guardias golpeó a Andrea en la cabeza, haciéndola perder la conciencia. Entre los tres la ataron y la amordazaron. Luego bajaron el equipaje de las chicas hasta la camioneta en la que partirían.
Mientras tanto, en el sótano, Daniela no tenía mejor suerte. Había sido atrapada por los guardias de Claudia antes de llegar al cuarto de tormentos.
- Bien, pequeña.- Dijo Claudia. – Creo que para mayor seguridad tendremos que llevarte con nosotras. Muchachos, llévenla a la camioneta y átenla bien. Nos vamos en media hora.- Dirigiéndose a su nueva prisionera, le dijo: - Vendrás conmigo, pero tu amiga se quedará aquí hasta que la encuentren. Estoy segura que no dejará de buscarme, y estaré preparada para cuando me encuentre. Tenemos algunos asuntos que resolver.
Romina y Daniela fueron dejadas en la parte posterior de la camioneta, atadas y amordazadas junto al equipaje. Un chofer conducía el vehículo y junto a él viajaba Claudia. Sus asistentes lo hacían en el asiento de atrás.




Capítulo XI


Stella Maris no tardó mucho en llegar al automóvil de sus amigas estacionado frente a la residencia de Claudia. Al no encontrarlas en él, se alistó para entrar en la casa. Con cautela, entró y revisó la planta baja, pistola en mano. Se hizo evidente que todo el mundo se había marchado ya.
-¡Maldición!- Dijo en voz alta.
Decidió bajar al sótano en búsqueda de alguna pista para poder continuar. Mientras se dirigía a la puerta, oyó el ruido de unas cosas cayendo al piso en la planta alta.
Lenta y sigilosamente subió. Encontró a Andrea, quien estaba intentando zafarse de sus ataduras, y se acercó a ayudarla.
-¿Qué ha pasado? ¿En dónde está Daniela?- Preguntó con angustia Stella Maris quitándole la mordaza a su compañera.
- Se la llevaron con ellas.- Respondió la pelirroja liberando sus tobillos. – Pero creo saber hacia donde se dirigen.-
Las dos juntas corrieron hasta el auto, y emprendieron la marcha.
-¿Adónde vamos?- Stella le preguntó a Andrea, que era la que conducía.
- A una estancia ubicada a unos 200 kilómetros de aquí.- La otra contestó. – El lugar pertenece a una mujer llamada Alicia, vieja amiga de Claudia, con la cual comparte el mismo placer sádico de torturar a la gente haciéndole cosquillas.-
-¿También la conoces?-
- Sí, también he tenido el displacer de conocerla. Me animaría a decir que es la mentor de Claudia.-
-¿Qué placer pueden ellas encontrar en torturar a la gente?- Preguntó Stella Maris con curiosidad.
- Es difícil saberlo. El dolor está ligado al placer. Al menos eso dicen.-
- Sí, pero ¿con cosquillas?- Replicó la rubia.
- La risa es algo agradable. Reír y hacer reír causa placer. Cuando le haces cosquillas a alguien, una se siente bien. Sientes como se estremece, como se retuerce a tu merced. Es algo que te hace sentir poderosa, invencible. Aunque parezca tonto, también te excita sexualmente. Por lo general a quien está haciendo cosquillas. Pero muchas veces, las víctimas pueden encontrarse sumidas en esa excitación. La piel se enerva, tu sangre fluye. Tus sentidos se nublan, y dejas de tener control sobre tu cuerpo. Si te dejas llevar por las sensaciones, puedes acabar como un tren expreso.- Andrea explicó.
-¡Vaya! Parece que sabes mucho del tema.- Replicó Stella Maris. – Es como si a ti también te gustara.-
Andrea se ruborizó un poco. En su interior, sabía que así eran las cosas. No era muy buena haciendo cosquillas, pero en cierto sentido, entregarse en manos de alguien que supiera hacer cosquillas siempre le había gustado. Tuvo algunas experiencias desagradables, pero en su adolescencia, solía incitar a sus pretendientes a que le hicieran cosquillas. Por ese entonces, no había llegado a las conclusiones que le relataba a su compañera, pero con el paso de los años, aprendió a dejarse llevar y permitir que su cuerpo alcanzara el éxtasis.
- Mejor no hablemos de eso. Trata de ver si puedes localizar alguna llamada de Claudia. Lo más probable es que se dirija a la estancia de Alicia, pero no es cosa segura.- Ordenó Andrea.
- Muy bien, estaré atenta a eso.- Aceptó Stella Maris. -¿Pero no crees que debiéramos solicitar asistencia de la policía?-
- No. Nosotras podemos hacerlo.- Dijo con seguridad la mujer. – No quiero involucrar a demasiada gente en este asunto. Claudia tiene a dos chicas trabajando con ella, y una está insegura. Creo que podríamos convencerla de pasar a nuestro bando. Tiene algunos guardias, pero pienso que no serán un problema.- Dijo Andrea acelerando el motor de su auto al llegar a la ruta.
Stella Maris empezaba a hacerse algunas preguntas respecto a su compañera. Había relatado sus encuentros anteriores con Claudia, así que la conocía de entonces. Pero, ¿cómo estaba tan segura de la mujer llamada Alicia? ¿Cómo sabía de la relación de ésta con Claudia? ¿Al excluir a la policía lo estaba convirtiendo en un asunto personal? Y esa explicación respecto a la tortura de cosquillas. Ese dejo de excitación que había manifestado al explicarlo. A su parecer, Andrea también era una adicta a las cosquillas. No lo veía como una gran cosa, en realidad lo sentía como algo muy molesto e incómodo. Tal vez como un juego breve, estaba bien y resultaba divertido. Pero dejarse torturar con cosquillas, era una locura, como cualquier otra forma de tortura. En última instancia, los gustos de Andrea no estaban en cuestión. El tema era que debían encontrar y recatar a Romina de manos de sus secuestradores. Unos secuestradores verdaderamente raros.
 
Perdón por la tardanza. Ahí va la continuación. La termino antes de febrero.


Capítulo IX


Claudia se levantó temprano y desayunó sola. Al terminar, tomó el teléfono para comunicarse con el subsuelo.
-¿Señora?- Respondió uno de los guardias.
-¿Cómo está la chica?- Preguntó.
- Y le hemos dado de desayunar, y creo que se ha dado una ducha.- Contestó el hombre.
- Muy bien. Quiero que la llevan al cuarto de tormentos, le quiten la ropa, y la coloquen en el potro.- Claudia ordenó. – Bajaré en unos minutos, y luego podrán ir a descansar.- Antes de colgar el tubo, añadió. – Hagan lo que les digo, y ni siquiera se les ocurra propasarse. Eso corre por mi cuenta.- Entonces terminó la conversación.
Claudia subió al primer piso para averiguar por que las chicas aún no habían bajado. Entró en su dormitorio sin llamar a la puerta. Florencia dormía todavía atada a su cama. Eugenia, lo hacía sentada en el suelo, con los brazos cruzados sobre el colchón, y su cabeza reposando sobre ellos.
-¿Saben qué hora es?- Claudia gritó con la intención de hacer reaccionar a las mujeres. Y funcionó.
- Yo... yo...- Empezó a decir Eugenia, pero su jefa la interrumpió.
- Parece que no eres la chica inocente que creí.- Dijo la mujer, con bastante sorpresa.
- Yo... yo...- Eugenia intentó completar la frase, sin saber realmente que era lo que quería o debía decir.
- Miren, lo que ustedes hagan en su tiempo libre, es asunto suyo. Pero es tarde, y tenemos muchas cosas que hacer el día de hoy. Tienen cinco minutos para estar listas. Las espero en el sótano.- Dijo Claudia dándose vuelta en dirección a la puerta, sin poder evitar sonreír pensando en lo que habían hecho durante la noche.
-¡Maldita seas Eugenia!- Exclamó Florencia. – Desátame de una vez, antes de que nos metamos en verdaderos problemas.-
- Lo siento, Flor. Iba a desatarte, pero me quedé dormida. Pero no te preocupes, yo le explicaré todo al jefe. Asumiré toda la responsabilidad.- Dijo Eugenia con sinceridad.
-¡Cállate y desátame antes de que ella se enfurezca de verdad! ¡Maldita estúpida!-
- Ya te pedí perdón, ¿qué más quieres que haga?- Eugenia volvió a disculparse, al tiempo en el que ya había liberado las muñecas de su compañera, y se había hecho a un lado para cambiarse de ropa dejándola terminar sola el trabajo.
-¿Te divertiste conmigo anoche, eh?- Preguntó Florencia. – Realmente lo disfrutaste, perra.-
- A decir verdad... yo... –
-¿Me desmayé, verdad? ¡Hija de puta! Me hiciste acabar seis veces, y me desmayé.- Dijo Florencia. -¿Pero por qué tenías que hacerme cosquillas? Si no me hubieras atado, podría haberte devuelto el favor. ¡Maldita mosquita muerta!- Siguió con su comentario mientras se vestía.
- Te até solo para asegurarme que no me atacaras durante la noche. Pero no pude resistirme a la tentación. Te aseguro que todo lo demás no lo había planeado.- Dijo Eugenia con algo de arrepentimiento.
En realidad, lo había disfrutado mucho, pero las posibles represalias de Florencia, ahora le daban miedo. De todos modos, ya todo estaba hecho, y tendría que soportar lo que viniera.
- Bueno, seis polvos para una principiante como tu, no está mal. Recuérdame que te enseñe algunos trucos la próxima vez.- Afirmó Florencia, mientras las dos salían del dormitorio en dirección al subsuelo.
Cuando entraron al cuarto de tormentos, Claudia estaba sacando varias cosas de un maletín, las que iba dejando en forma ordenada sobre una mesa ubicada contra la pared, de forma en que la prisionera no pudiera verlas.
- Era hora.- Dijo Claudia. – Tenemos que darnos prisa. Será nuestra última sesión de tortura antes de marcharnos de aquí.-
La palabra tortura, hizo que Romina se estremeciera, pero sintió algo de alivio sabiendo que se marcharían. Quizás eso significase el fin de su reclusión.
- Como podrán observar, nuestra amiga aquí, está desnuda.- Claudia comentó en tono didáctico. – En nuestra sesión de hoy, exploraremos su sensibilidad a las cosquillas en partes de su cuerpo que ayer no pudimos analizar, dada su poca voluntad de colaboración al desmayarse.- Continuó. – Para comenzar, utilizaremos éstas.- Dijo la mujer alcanzándoles una pluma a cada una de sus asistentes.
Florencia, estaba a la derecha de Romina, y Eugenia a la izquierda. Ambas a la altura de su torso. Claudia se puso también a la izquierda, pero a la altura de sus caderas.
- Trazaremos una línea imaginaria desde su nariz hasta su ombligo. Quiero que cada una de ustedes se encargue de su lado correspondiente. Tienen libertad de acción, pero solo pueden usar la pluma. Al menos hasta que yo les diga que hagan otra cosa.- Ordenó la mujer. – Yo las asistiré en lo que me parezca que corresponda, y luego me seguirán. Veremos que tipo de reacción podemos conseguir.-
Las dos asistentes obedecieron. Con mucha calma, comenzaron a hacer correr sus respectivas plumas desde las axilas de la cautiva, hasta las costillas bajas. De arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba. Romina se estremeció. Su cuerpo tembló, y aunque las sensaciones eran notorias, podía soportarlas sin chillar. Mientras Florencia prestaba más atención a su axila derecha, Eugenia empezó a rodear el hermoso pecho izquierdo de la víctima con su pluma, alcanzando cada tanto el pezón mismo. La reacción de Romina cambió, pues ahora a las cosquillas, se añadía un ingrediente nuevo, cierto estímulo de carácter sexual. Eugenia lo había practicado la noche anterior sobre los pechos de Florencia, los cuales habían sido toda una tentación para ella. Y aunque las tetas de la prisionera no eran tan grandes, su redondez era atrayente. De todos modos el objetivo principal de Eugenia era explorar todo lo referente al arte de hacer cosquillas que pudiera, aprovechando que ya no era la víctima de ellas.
-¡Aarggghhhh! ¡Aaayyyyy!- Exclamaba la pobre Romina cada tanto, pero sin sentir realmente aquella urgencia de reír, como había experimentado el día anterior.
Sin embargo, las sensaciones iban en aumento. La piel se saturaba de estímulos. Indeseables como las cosquillas, pero placenteros como el del roce de la pluma sobre su pezón. Pero la mezcla era del tipo intolerable.
- Florencia.- Dijo Claudia. – Quiero que te dediques a su pecho derecho. Quiero que las dos le hagan cosquillas en las tetas al mismo tiempo.
La asistente principal obedeció. Ambas chicas torturaban a Romina haciéndole cosquillas en los pechos. La pobre muchacha, temblaba, se estremecía, y gemía.
Aunque algo abrumada, Romina creyó que podría soportar su penuria sin quebrantarse, sin sentirse tan humillada a pesar de su desnudez. Tenía que resistir un poco hasta que las mujeres se marcharan y la abandonaran en el sótano para que alguien la encontrase. Pero las cosas no le resultarían tan sencillas.
Claudia tomó una segunda pluma, y fue hasta el extremo del potro de tormentos. Con mucha lentitud, comenzó a deslizar una sobre cada una de las plantas de los pies de Romina. La chica cerró sus ojos y apretó los dientes. Sus pies eran una parte muy sensible de su cuerpo, y por eso las cosquillas en las plantas de los pies iban a ser muy difíciles de contrarrestar. Luego de unos minutos, ya no pudo contenerse más.
-¡Hahaha hahaha hahaha!- Empezó a reír a desgano.
La reacción estimuló el accionar de sus torturadoras, quienes aumentaron la intensidad de su ataque. Pronto, Romina estuvo riendo a carcajadas, al igual que lo había hecho en su sesión anterior.
- Chicas.- Claudia habló sin detener las cosquillas. – Ahora quiero que usen sus plumas para atormentar el lado interno de sus muslos.
Nuevamente, las asistentes obedecieron. Hicieron correr sus plumas desde la mitad del muslo hacia arriba. Lo erótico de la situación tenía muy entusiasmada a Eugenia, y Florencia estaba prácticamente en llamas. A ella le gustaban las mujeres, y Romina era una mujer apetecible.
Eventualmente, las plumas rozaron los labios externos de la vagina de la chica. El respingo que dio, hizo que las dos asistentes de Claudia, se concentraran en esa zona, lo cual después de unos minutos, hizo que la vagina de Romina comenzara a humedecerse.
Esto también hizo que las plumas se mojaran, y perdieran algo de su efectividad. La jefa de la operación se dio cuenta del hecho, y les ordenó que descartaran las plumas, y comenzaran a utilizar sus uñas.
-¡Ay, no! ¡Hahahahaha ahahahahaha ahahahahaha ahahaha! ¡No, por favor! ¡Hahahaha hahahaha eso no hahahahaahahahaha ahahhahahahaha!- Romina gritó a modo de súplica.
La sensación de las uñas rodeando sus labios vaginales, con el suave roce alternativo sobre su clítoris, la hizo estallar en histeria. Las cosquillas en los pies no se detenían, y aunque eran una sensación insoportable, la estimulación de su zona íntima iba en aumento.
La intención de Claudia era encender el fuego sexual en su víctima. Era otra faceta de su arte de hacer cosquillas. Había cambiado la tortura pura de la primera sesión, por una más sensual y quizás menos terrible. Pero tortura al fin.
-¡Hahahahaa ahahaha ahí no hahahah! ¡Por Dios, ahí no! ¡Hahhahahha ahahahah ahahahaha! ¡Piedad, chicas! ¡Hahahahha hahahahaha hahahaha!- Romina reía y suplicaba, cosas que naturalmente, Claudia quería conseguir.
La mujer gozaba del sufrimiento que le proporcionaba a la pobre chica. Florencia lo hacía también, aunque su interés por el cuerpo de Romina era diferente al de su jefa, ya que esta no la veía como un objeto erótico. Eugenia gozaba más que nada, del poder que sentía haciéndole a la víctima. Internamente se preguntaba si disfrutaría de igual modo haciéndola padecer algo que fuesen solamente cosquillas.
-¡Hahahahahah ahahahahah ahahahahah! ¡No! ¡No hahahaha no! ¡Por favor, Claudia, basta hahahahah pro hahahahahaha favor! ¡Ya no hahahahahah ahahahhaa ya no aguanto!- La chica seguía riendo y suplicando.
La mezcla de las sensaciones era algo que no podía manejar. A ciencia cierta, no estaba segura de sí quería dejar de sufrir las cosquillas, o quería que continuaran para poder descargar toda la excitación sexual que le estaban provocando esas salvajes. Sus caderas se movían tanto como el estiramiento de su cuerpo se lo permitía. Se sintió avergonzada de tratar de alcanzar esos dedos que atormentaban su zona íntima.
Después de una hora y media de tormento, y sin que Romina pudiera aliviar adecuadamente su excitación, Claudia ordenó a sus asistentes que se detuvieran.
-¡Alto!- Dijo. – Creo que ya ha sido suficiente. Debemos empezar a preparar las cosas para el viaje.
-¿No vamos a hacerla acabar?- Preguntó Eugenia.
- Ella está aquí para darme el placer de hacerla sufrir. No para su placer.- Dijo Claudia con una mirada severa.
- Es que está casi a punto.- Exclamó Florencia, sin detenerse aún, como si la descarga de la víctima también pudiese provocarle un orgasmo propio.
- No, te dije que hasta aquí llegamos...- Claudia estaba diciendo cuando fue interrumpida.
-¡AAAHHHHHHH OOOHHH SSIII!- Romina gimió y suspiró largamente, al tiempo en que su cuerpo se estremecía y temblaba, esta vez por el placer que la estimulación de Florencia desatara.
Eugenia se quedó perpleja. Florencia sonrió satisfecha. Claudia estaba furiosa.
-¡Maldita hija de puta! Mira lo que hiciste. Te ordené que te detuvieras, no quería que la chica acabara.- Exclamó visiblemente irritada la jefa de la pandilla.
Florencia no supo como reaccionar. Había desobedecido una orden, y había provocado algo que se le había dicho debía evitar. Dio un paso atrás e inclinó la cabeza como pidiendo disculpas, cosa que su jefa sin dudas no aceptaría.
- Bueno... ya está.- Dijo la jefa. – Ahora no podemos volver atrás. No tenemos tiempo, pero haré que te arrepientas de lo que hiciste. A mí no se me desobedece.- Sentenció Claudia. – Vayan a su habitación y empiecen a empacar lo que crean que puedan necesitar. Los muchachos bajarán y prepararán a Romina. Nos vamos a las seis de la tarde.- Dijo Claudia y les hizo señas a sus asistentes para que dejaran el cuarto de tormentos, y ella las siguió.


Capítulo X


Stella llamó al teléfono celular de Andrea. Tenía novedades.
- Andrea.- Dijo con voz agitada.
-¿Qué ocurre Stella?- Dijo la pelirroja, preocupada por el tono en la voz de su socia.
- He interceptado una llamada de la casa de Claudia. Habló con una mujer, y van a marcharse de un momento a otro. Voy para allá, tenemos que actuar ahora o perderemos su rastro.- Dijo Stella Maris y cortó la comunicación.
- Se van.- Andrea le dijo a Daniela. – Stella viene para acá, pero no hay tiempo para esperarla. Tendremos que hacerlo nosotras.-
- Muy bien. ¿Qué hacemos?- Preguntó Daniela, mientras tomaba el arma de su bolso.
- Solo hay una entrada, así que tendremos que usarla. Es arriesgado, pero es la única alternativa.- Dijo Andrea. – Escucha, no sabemos cuantas personas haya ahí adentro. Sí te ves obligada a usar tu arma, no lo dudes. ¿Entiendes?-
- Sí... claro. Como digas.- Respondió Daniela dudando un poco. Deseando no verse en posición de tener que hacerlo.
Salieron del auto en dirección a la puerta de la casona. Forzaron la cerradura, y entraron. Con las armas en sus manos, revisaron los cuartos del frente. No había nadie a la vista. Llegaron hasta el pie de las escaleras. El camino se dividía.
-¿Qué hacemos? ¿Una va arriba y la otra abajo, o seguimos las dos juntas?- Preguntó Daniela.
Andrea dudó un momento, y decidió separar sus fuerzas.
- Tu ve al sótano, yo revisaré el piso superior.- Dijo la pelirroja.
- Muy bien.-
Andrea subió con cautela, pero no la suficiente. Al alcanzar el primer piso, comenzó a inspeccionar los cuartos. Cuando llegó al de las chicas, las encontró empacando sus cosas, y les apuntó con su arma.
-¡Quietas! Levanten las manos y quédense tranquilas.- Ordenó Andrea. -¿En dónde está Romina?
Eugenia y Florencia levantaron las manos y se miraron la una a la otra.
-¿En dónde está la chica?- Repitió Andrea.
- No vamos a decirte nada.- Dijo Florencia. – Estás perdida si piensas que lograrás algo viniendo hasta aquí. No sabes en donde te has metido.-
- Si lo sé. Conozco muy bien a Claudia, pero esta vez no se me escapará.- Dijo la pelirroja. – Sabemos que planea marcharse, y estamos aquí para detenerlas.
- No importan cuantas sean ustedes, Claudia nunca dejará que salgan de aquí.- Sentenció Florencia.
Eugenia permanecía en silencio. Por primera vez sentía temor por la ilegalidad de sus actos, y de las consecuencias que podrían tener.
- Está en el sótano, con nuestra jefa y algunos guardias.- Confesó compungida.
-¡Cállate, estúpida! Nos vas a meter en problemas.- Exclamó su compañera.
- Ya están en problemas.- Dijo Andrea. – Pero si me ayudan a liberar a Romina, veré que su castigo sea lo menor posible.-
- La que está en problemas eres tu.- Dijo Florencia.
Todo se oscureció. Uno de los guardias golpeó a Andrea en la cabeza, haciéndola perder la conciencia. Entre los tres la ataron y la amordazaron. Luego bajaron el equipaje de las chicas hasta la camioneta en la que partirían.
Mientras tanto, en el sótano, Daniela no tenía mejor suerte. Había sido atrapada por los guardias de Claudia antes de llegar al cuarto de tormentos.
- Bien, pequeña.- Dijo Claudia. – Creo que para mayor seguridad tendremos que llevarte con nosotras. Muchachos, llévenla a la camioneta y átenla bien. Nos vamos en media hora.- Dirigiéndose a su nueva prisionera, le dijo: - Vendrás conmigo, pero tu amiga se quedará aquí hasta que la encuentren. Estoy segura que no dejará de buscarme, y estaré preparada para cuando me encuentre. Tenemos algunos asuntos que resolver.
Romina y Daniela fueron dejadas en la parte posterior de la camioneta, atadas y amordazadas junto al equipaje. Un chofer conducía el vehículo y junto a él viajaba Claudia. Sus asistentes lo hacían en el asiento de atrás.




Capítulo XI


Stella Maris no tardó mucho en llegar al automóvil de sus amigas estacionado frente a la residencia de Claudia. Al no encontrarlas en él, se alistó para entrar en la casa. Con cautela, entró y revisó la planta baja, pistola en mano. Se hizo evidente que todo el mundo se había marchado ya.
-¡Maldición!- Dijo en voz alta.
Decidió bajar al sótano en búsqueda de alguna pista para poder continuar. Mientras se dirigía a la puerta, oyó el ruido de unas cosas cayendo al piso en la planta alta.
Lenta y sigilosamente subió. Encontró a Andrea, quien estaba intentando zafarse de sus ataduras, y se acercó a ayudarla.
-¿Qué ha pasado? ¿En dónde está Daniela?- Preguntó con angustia Stella Maris quitándole la mordaza a su compañera.
- Se la llevaron con ellas.- Respondió la pelirroja liberando sus tobillos. – Pero creo saber hacia donde se dirigen.-
Las dos juntas corrieron hasta el auto, y emprendieron la marcha.
-¿Adónde vamos?- Stella le preguntó a Andrea, que era la que conducía.
- A una estancia ubicada a unos 200 kilómetros de aquí.- La otra contestó. – El lugar pertenece a una mujer llamada Alicia, vieja amiga de Claudia, con la cual comparte el mismo placer sádico de torturar a la gente haciéndole cosquillas.-
-¿También la conoces?-
- Sí, también he tenido el displacer de conocerla. Me animaría a decir que es la mentor de Claudia.-
-¿Qué placer pueden ellas encontrar en torturar a la gente?- Preguntó Stella Maris con curiosidad.
- Es difícil saberlo. El dolor está ligado al placer. Al menos eso dicen.-
- Sí, pero ¿con cosquillas?- Replicó la rubia.
- La risa es algo agradable. Reír y hacer reír causa placer. Cuando le haces cosquillas a alguien, una se siente bien. Sientes como se estremece, como se retuerce a tu merced. Es algo que te hace sentir poderosa, invencible. Aunque parezca tonto, también te excita sexualmente. Por lo general a quien está haciendo cosquillas. Pero muchas veces, las víctimas pueden encontrarse sumidas en esa excitación. La piel se enerva, tu sangre fluye. Tus sentidos se nublan, y dejas de tener control sobre tu cuerpo. Si te dejas llevar por las sensaciones, puedes acabar como un tren expreso.- Andrea explicó.
-¡Vaya! Parece que sabes mucho del tema.- Replicó Stella Maris. – Es como si a ti también te gustara.-
Andrea se ruborizó un poco. En su interior, sabía que así eran las cosas. No era muy buena haciendo cosquillas, pero en cierto sentido, entregarse en manos de alguien que supiera hacer cosquillas siempre le había gustado. Tuvo algunas experiencias desagradables, pero en su adolescencia, solía incitar a sus pretendientes a que le hicieran cosquillas. Por ese entonces, no había llegado a las conclusiones que le relataba a su compañera, pero con el paso de los años, aprendió a dejarse llevar y permitir que su cuerpo alcanzara el éxtasis.
- Mejor no hablemos de eso. Trata de ver si puedes localizar alguna llamada de Claudia. Lo más probable es que se dirija a la estancia de Alicia, pero no es cosa segura.- Ordenó Andrea.
- Muy bien, estaré atenta a eso.- Aceptó Stella Maris. -¿Pero no crees que debiéramos solicitar asistencia de la policía?-
- No. Nosotras podemos hacerlo.- Dijo con seguridad la mujer. – No quiero involucrar a demasiada gente en este asunto. Claudia tiene a dos chicas trabajando con ella, y una está insegura. Creo que podríamos convencerla de pasar a nuestro bando. Tiene algunos guardias, pero pienso que no serán un problema.- Dijo Andrea acelerando el motor de su auto al llegar a la ruta.
Stella Maris empezaba a hacerse algunas preguntas respecto a su compañera. Había relatado sus encuentros anteriores con Claudia, así que la conocía de entonces. Pero, ¿cómo estaba tan segura de la mujer llamada Alicia? ¿Cómo sabía de la relación de ésta con Claudia? ¿Al excluir a la policía lo estaba convirtiendo en un asunto personal? Y esa explicación respecto a la tortura de cosquillas. Ese dejo de excitación que había manifestado al explicarlo. A su parecer, Andrea también era una adicta a las cosquillas. No lo veía como una gran cosa, en realidad lo sentía como algo muy molesto e incómodo. Tal vez como un juego breve, estaba bien y resultaba divertido. Pero dejarse torturar con cosquillas, era una locura, como cualquier otra forma de tortura. En última instancia, los gustos de Andrea no estaban en cuestión. El tema era que debían encontrar y recatar a Romina de manos de sus secuestradores. Unos secuestradores verdaderamente raros.
¡¡ Estupendo !!, la historia sigue desarrollandose de una manera fascinante, intrigante cargada de una multitud de elementos y detalles que la han hecho hasta ahora, digna de ser disfrutada. Muy bien gabito, quizá debieras estudiar la posibilidad de escribir material fetichista, acompañado de imagenes, algo así como una revista (electrónica o física), he visto a un compatriota tuyo, que yo lo conocí del club "Cosquillas en Buenos Aires", un club de yahoo que ya no existe, ese caballero se apoda "Turbina333" o algo así, el escribe material de ficción basado en temas fetichistas como las cosquillas, esto podría ser una buena alternativa para ti y te permitiría explotar esa capacidad creativa y de redacción que posees 🙂. Espero que sólo falte una entrega para conocer el desenlace final de la historia, ¡ la esperaré con ansias !.
 
What's New
10/6/25
Check out Door 44 for tickling clips of all sorts!

Door 44
Live Camgirls!
Live Camgirls
Streaming Videos
Pic of the Week
Pic of the Week
Congratulations to
*** brad1704 ***
The winner of our weekly Trivia, held every Sunday night at 11PM EST in our Chat Room
Top